
“Tienes que perdonar y agradecer”, es lo que vas a escuchar por todos lados últimamente. El problema con esto es:
¿Cómo puedes perdonar si todavía no fuiste capaz de empatizar con quien te hizo daño? Tu cerebro está hecho para no perdonar, porque de esa manera te alejas de lo que te hace mal “recordándote todo el tiempo” qué y quién fue aquello que te dañó.
Pero como en este post hablaré de la gratitud, voy a profundizar en ella.
Imagina que tienes quebrados ambos brazos y ambas piernas, estás en una cama de hospital, inmovilizado/a, con dolor y viene un amigo tuyo a decirte: “No sabes el hermoso atardecer que hay afuera”. Tu respuesta automática y lógica probablemente sea: “Qué me importa, ¿no ves cómo estoy?”.
Sin embargo, si no estuvieras en esas circunstancias y pudieras verlo gozando de buena salud, posiblemente sentirías que ese atardecer te inunda el alma, con sus colores, olores, tonos, luminosidad decreciente, etc.
¿Cómo alguien puede pedirte que agradezcas algo cuando no has experimentado aún la experiencia positiva de ese evento?
El otro día una consultante me planteó un momento de su vida en el que se le había roto un electrodoméstico y explotó de enojo: “¿por qué siempre a mí, cuándo voy a salir de esto, etcétera?”. Claramente no estaba en posición de agradecer nada. Cuando la sesión terminó, acabó reconociendo que gracias a ese evento pudo hacer un ejercicio conmigo y perdonar situaciones con uno de sus ancestros más importantes.
¡Ahora ella sí está en posición de agradecer! Ahora puede hacerlo, no antes.
Por favor, dejemos de caer en un montón de “deberíamos” que nos impone nuestra cultura. Las cosas tienen un proceso y, desde mi punto de vista, es muy difícil perdonar o agradecer solo por la propia voluntad.
¡Un gran saludo!
Ezequiel
Suscríbete a mi Newsletter y así nunca más te perderás de nada:
Cursos:
¿Te interesa un proceso personalizado?
Agenda una entrevista gratuita (sujeto a disponibilidad):
Instagram: